Pasado, presente, futuro.

- ¡ Número quince!

El camarero indicó que el pedido estaba listo y una chica joven se acercó a recoger la bandeja, luego volvió a su sitio.

- Toma, tu ensalada... - Le alargó el plato al chico que había al otro lado de la mesa. - Y la carne para mí.
- Entonces, ¿cuánto rato tenemos?
- Un par de horas aún, no hay prisa... - Ella parecía distraída, daba mordiscos rápidos a su comida y no paraba de buscar algo, o alguien, con la mirada por el restaurante.
- ¿Estás segura que estará aquí? - Le preguntó él, que comía con tranquilidad su ensalada, y le hablaba con un tono de voz relajado, para intentar tranquilizarla.
- No, claro que no estoy segura... Han pasado muchos años...
- ¿Estuviste tú aquí? - Le preguntó él.
- Sólo era un bebé.
- Entonces tal vez te vea con pañales...
La chica le miró y sonrió tímidamente. - No creo que sea buena idea. Dios, estoy tan nerviosa.
- Es normal, es nuestra primera vez... ¿Por qué elegiste venir aquí?
- No sé... - Dio un largo sorbo a su vaso . -Mi padre siempre me habla de ella, y de lo mucho que él la quería. Y de lo injusto que fue todo. Sólo quería...
- No puedes hacer nada.

Se miraron unos segundos. Ella, dejó de comer. Él bebió, y le cogió la mano.

- No puedes cambiarlo.
- ¿Por?
- Son las normas.
- Tonterías... - La chica se soltó y siguió buscando por el restaurante. - ¡Es él! Vaya, está igual...

Un hombre mayor, de unos sesenta años, entró en el restaurante. Iba con una mujer, más joven, que le cogía del brazo y le susurraba algo al oído. El anciano tenía los ojos rojos, y parecía cansado.

- Emh... ¿crees que ya...
- No lo sé. - La joven no le dejó acabar. - No lo sé.

El hombre se sentó en la mesa de al lado de ellos, cogió una servilleta y se la pasó por la cara. Los jóvenes no apartaban la mirada de él. La chica abrió su bolso y buscó algo.

- ¿No irás a darle un pañuelo? - Le preguntó él.
- Sí, ¿qué podría pasar? - Finalmente lo encontró, y lo dejó en la mesa del anciano. - Tenga.

El anciano les sonrió y cogió la servilleta, luego se la pasó por la cara. - Gracias...

La mujer volvió y se sentó con él, los dos jóvenes no hablaron y se limitaron a escuchar la conversación de ellos. La mujer intentaba consolarle, diciéndole que todo acabará pronto. Finalmente le dijo que tenía que irse y salió del restaurante, él le había asegurado que subiría en un minuto.

- Mi mujer está en el hospital. - Les dijo el anciano. - Tiene sesenta y cinco años, un poco mayor que yo. Tiene cáncer, y no han podido pararlo. Lleva años luchando, pero ya no puede más. Lleva también años sin pintar... Sí, es pintora, pero los médicos le dijeron que las pinturas no la ayudarían. Pintar le daba fuerzas, y no le dejaron pintar... Deberíais ver sus dibujos, es una artista. Nunca ha vendido uno. - Ninguno de los dos hablaba, comía ni bebía, simplemente le observaban. Él hablaba con la mirada puesta en la mesa. - He pasado más de la mitad de mi vida con ella. Aunque ella es toda mi vida, y siempre lo será... Y ahora debo limitarme a sentarme a esperar. A esperar a que muera.

- Espere con ella. - Le dijo el chico.

El anciano le sonrió, se levantó y después de coger la chaqueta se fue.

- ¿Estás bien? - Le preguntó finalmente él a ella.
- Bueno... no le conocí, pero me hablaron tanto de él, y de mi abuela, que lo sé todo de ellos. Y verle así...
- No podemos hacer nada, tú elegiste venir aquí.
- Ya... - Una lágrima resbaló desde el ojo de la chica. - Dios, que tonta soy. - Él se acercó y se lo limpió. Ella le sonrió.
- ¿No sería mejor que volviésemos? - Le dijo él.
- ¿Puedo verla a ella? - Le preguntó ella.
- No, no es seguro, sería demasiada presión para ti... Laura, no puedes decirles quién eres. A ninguno de ellos.
- Pero es duro, cuando ha dicho que era pintora...
- Lo sé. - Él alargó el brazo y le cogió la mano. - ¿Llegó él a ver cómo se vendían?
- No, murió antes. - Ella ya no se preocupó por limpiarse las lágrimas.
- ¿Cuánto...?
- Un par de años. - Ella se levantó. - Venga, mejor volvamos.

Salieron juntos del restaurante, de la mano. Un hombre estaba en la entrada del hospital, con un carrito de bebé.
- ¿Ese es... tu padre? - Preguntó el chico.
- Y esa soy yo.

La joven pareja se alejó, y después de andar 10 minutos entre callejuelas llegaron a un autobús. El autobús era negro y plateado, y muy diferente del resto de autobuses que pasaban por allí. Pero nadie se fijaba en él. Los dos sacaron una tarjeta del bolsillo y se acercaron al hombre que había en la puerta del bus.

- ¿A 2036? - Les preguntó.
- Sí, tenga... Laura Sharmon y Luke Sharmon.

El hombre comprobó las tarjetas, luego una lista que tenía y les dejó pasar.

El viaje fue rápido, no fueron por carreteras. Es muy complicado explicaron por dónde se movían. Simplemente volvieron a casa. Y al llegar, ella pidió ir al museo. Pagaron la entrada y pasaron las salas prácticamente corriendo, hasta llegar a una sala pequeña, con unas siete personas dentro.
De las paredes colgaban cuadros. Paisajes, fruta, una pareja andando, y algunas imágenes que no se pueden describir. Al pasar un pequeño arco, había una sala más pequeña llena de retratos de una mujer y de un hombre. En la pared de la izquierda estaban las pinturas de la mujer, y en lo alto había una placa que ponía "Autoretratos". En la pared de la derecha, las imágenes del hombre, y en la placa ponía "Retratos del señor Sharmon". En la pared de enfrente, dibujos en que salían ellos dos juntos, algunos de ellos un poco surrealistas. Y arriba, otra placa: "Una vida".

- Gracias por elegir mi apellido, y no el tuyo. - Le dijo Laura a Luke.
- ¿Bromeas? Es genial llevar el apellido de una artista... Es como Van Gogh.
- Sí, la vida fue injusta con ambos.
- Y sólo vieron justicia al morir...

Se sentaron en un banco del centro de la sala y ella empezó a llorar, en silencio. Nadie entró allí.

- ¿Por qué elegiste ir a ese día? - Le preguntó Luke.
- Mi madre siempre me explica lo que pasó, y lo mal que estaba mi abuelo. Y...
- ¿Que una chica le dejó un pañuelo cuando fueron a comer?
- Yo quería ser esa chica. - Su sonrisa brilló mojada por sus lágrimas.
- Siempre lo fuiste... - Él se acercó y le besó la frente. - Sabes que no podías hacer nada...
- ¡Tiene que haber alguna forma de que él lo sepa! - Alguien se acercó a la sala y le pido a Laura silencio. Luke la abrazaba, sin saber ya que decirle. - ¿Tan peligroso sería que mi abuelo supiese que el amor de su vida ha pasado a formar parte de la historia del arte?
- No lo sé... - La voz de él ya estaba quebrada.
- Morirá un par de años después... ¡Tenemos que hacer algo!

Finalmente Luke se decidió, le dijo a Laura que lo harían y ella se abalanzó sobre él. Salieron corriendo del museo y fueron a coger un bus. Compraron dos billetes y volvieron al día en que la abuela de Laura moría. Unos minutos después, los dos se encontraban en un banco del parque que estaba enfrente del restaurante. Debían esperar a que sus dos versiones que habían viajado antes no les viesen. Media hora después, se vieron a ellos mismos salir del restaurante, pararse unos segundos mirando al hospital, y luego irse.

- Ahora, ¿cómo lo hacemos? - Le preguntó Luke a Laura.
- Se lo podemos dar a mi padre, para que se lo dé a mi abuelo.
- No, tú estás allí, demasiado peligroso. Además, mejor que hablemos sólo con él.
- ¿Entonces?
- Hay que esperar a que él salga, a la calle o a un pasillo... y cuando esté solo se lo damos.
- Vale.

Los dos se cogieron de la mano y fueron hacia el hospital, decidieron que sería más rápido si le buscaban en los pasillos.

- ¿Cuál es la habitación de Jane Sharmon? - Le preguntó Luke a la recepcionista del hospital.
- ¿Son familiares? - Les preguntó.
Dudaron unos segundos qué responder. - No, amigos.
- La 516.

Los dos fueron hacia el ascensor, entraron y pulsaron el botón 5.

- ¿Por qué no lo has dicho que somos familia? - Le preguntó Laura.
- Por que podría pedirnos la documentación, y vería que nos falta un poco para nacer...

Ella rió y él le cogió la mano. "¿Estás bien, no?" Le preguntó. Ella se limitó a besarle en los labios. Salieron del ascensor y se sentaron en una silla a esperar.

Pasaron dos horas hasta que le vieron, paseando solo por el pasillo. Él les vio a ellos y se acercó.

- Hola... - Tenía los ojos aún más rojizos y hablaba arrastrando las letras.
- Hola, emh... queríamos darle algo. - A Laura le temblaba la voz. - Pero debe guardarlo como un secreto.

Le alargaron al cansado anciano el folleto del museo, y lo abrieron por la página dedicada a Jane Sharmon. Él lo cogió, y abrió los ojos como platos.

- Esto... ¿es una broma? No tiene gracia jovencitos...

Seguro que al abuelo de Laura le habría encantado gritarle en ese momento, pero no tenía fuerzas. La joven le cogió de la mano y le sonrió.

- Me llamo Laura, este es mi marido Luke. Y nosotros... sólo queríamos hacerle este regalo. Pero debe guardarlo en secreto, sólo para usted, sino nos meteremos todos en un lío.
- Dices que te llamas... - El anciano empezó a llorar, las lágrimas caían por toda su cara.
- Laura. - Ella también lloraba.
- Mi hijo tuvo una niña hace dos años, y la llamó... - Estuvo unos segundos callado, mirándola fijamente. - Oh dios, tus ojos... ¿Eres...?

Laura se abalanzó hacía él, mientras lloraba a lágrima viva y le susurraba mil veces "Abuelo" al oído. Luke debería haberla parado hace rato, pero se vio incapaz de moverse.
- ¿De verdad eres tú?
- Sí... papá siempre me habla de ti. Y mamá, me cuentan historias de ti y la abuela. - Se separaron, pero Laura no le soltaba la mano. - Mamá dice que siempre fuiste muy guapo.
- ¿Fui? Entonces... no entiendo nada.
- Venimos de futuro, - Luke decidió darle una respuesta corta. - venimos de viaje. No podemos decirte de qué año, ni cómo son las cosas entonces. Es más, no deberíamos estar hablando contigo. Pero Laura necesitaba decírtelo.
- ¿Decirme el qué? - le preguntó a Laura su abuelo.
- Que en el futuro, todo el mundo sabe quien es la abuela...

Luke y Laura volvieron unos minutos después al futuro en su bus. La joven seguía llorando, aunque ya no de tristeza. Se habían asegurado que su abuelo no diría nada a nadie, y que dos años después, cuando él muriese, sabría que el mundo ha sido justo con el amor de su vida.

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