El cementerio de los inmortales.

Era su primera cita y él puso todo su empeño en que fuese inolvidable. Le preguntó a dónde quería ir, y ella respondió que le daba igual. Estaría falta de ideas, o tal vez le daba igual de verdad. Él insistió, y ella hizo lo mismo. Después de pasear largo y tendido y de entregarse a un helado, él se inspiró. Le cogió la mano, le guiñó un ojo y susurró "Ven". 
Ella sonrió, siguiéndole con pasos cortos y ligeros y pensando a dónde le llevaría. ¿Había sido todo un truco y lo tenía todo pensado? Tal vez la llevaba al teatro, un circo... Hacía años que no iba al circo, le apetecía ir. Ver como la gente se transforma en aves, monos, talentos. La gente del circo no son talentosos, son talentos. Ella deseó que le llevara al circo, tal vez habrá payasos. Le gustaban los payasos, entregando su vida a la risa. Muy poético todo. Luego se acordó de It. No quería ver payasos. Tal vez sí le llevaba al teatro. ¿Verían una obra de Shakespeare? Pero en su pueblo no había teatros,  y el intento de teatro que había no ponía Shakespeare. A lo mejor le llevaba un restaurante importante, o un jardín precioso. O un restaurante en un jardín. Con payasos y Shakespeare. O Shakespeare maquillado de payaso. Hablando con una calavera que en realidad es un helado. Sentado en un banco, subido en un escenario. Hablando en Arameo. Siguió perdida en sus pensamientos, divagando cada vez más hasta que empezó a oscurecer. Entonces se dio cuenta que llevaban un buen rato andando.
- ¿Dónde me llevas?
- Es una sorpresa.
- ¿Es un sitio bonito?
- Para nada, espero que lo odies.
- Imbécil.
- Es recíproco.
Andaron unos pocos minutos más, hasta que él le dijo que ya habían llegado a su destino. Estaba saliendo con un maldito GPS. 
Estaban delante de una verja, era ya de noche y unas cuantas farolas iluminaban el lugar. No, no eran farolas, parecían... candiles. ¿Candiles? Tal vez habían ido atrás en el tiempo. Ahora aparecería Shakespeare. Intentó leer el cartel de al lado de la puerta, pero él lo tapó de repente y le indicó que pasara. "Debes adivinar dónde estamos", le indicó. Cruzó la puerta. Tumbas, muchas tumbas. El suelo era verde, era un césped cuidado. Curioso. Las tumbas eran todas preciosas, muy ornamentadas. Había un hombre paseando con su mujer, y otro con una linterna limpiando tumbas en la lejanía. Él sería el encargado. El otro hombre sería otro imbécil como su novio.
- ¿Me has traído a un cementerio?
- Sí, para chuparte la sangre. No es un cementerio normal... El cementerio local está al otro lado del pueblo, éste es distinto. Vamos, investiga.
Soltó un bufido y empezó a pasear. No se detuvo a leer las lápidas, pero algo le llamó la atención. La niebla no le había permitido ver hasta dónde llegaba el cementerio, pero había tardado dos minutos en cruzarlo entero. Era pequeño, muy pequeño. Había veinte, treinta tumbas como mucho. Empezó a mirar fechas. La más antigua era de finales del Siglo XIX. Luego escaseaban. Había una cada 10, 15 años. Muy extraño. En todas las tumbas había dos nombres. En casi todas eran un hombre y una mujer. En un par eran dos hombres, o dos mujeres. Todo era muy raro.
- Hay muy pocas tumbas... y con distancias importantes temporalmente entre ellas. Y hay dos personas enterradas.
- No, sólo hay una.
- Hay dos nombres.
- Y una persona.
- Eso no tiene sentido.
- Piensa.
Imbécil. A su novio le encantaba torturarle, obligarle a pensar y ponerle acertijos extraños. En realidad, le encantaba. Él y sus tonterías. Tumbas con dos nombres y una persona. Pocas tumbas, un cementerio pequeño...
- ¿Son madres que han perdido a sus hijos?
- Sólo hay una persona... - Sonrió.
Siguió pensando, hasta que le dolió la cabeza.
- Me rindo.
Volvió a sonreír, le cogió de la mano y tiró de ella hasta una tumba. Era preciosa, muy cuidada, con flores alrededor y de un tamaño considerable. Le dijo que era de su abuelo, Leonardo. "Lee la inscripción" le dijo:

"He llegado a ser inmortal."

- Pero si está enterrado... ¿cómo puede llegar a ser inmortal?
Él sonrió por tercera vez. - ¿Recuerdas el día que quedamos para estudiar en la biblioteca, y te expliqué que hay una forma de ser inmortal?
- Si un escritor se enamora de ti, no morirás nunca. - Le encantó cuando le dijo eso, pues era  cierto. Bonito, y triste a la vez. - ¿Son escritores?
- No, son héroes. Gente que murió de una forma que les permite vivir en la memoria de otros, para siempre. ¿Sabes cómo murieron?
- ¿Cómo? - Estaba ya incluso interesada, interesada de verdad.
- De amor, murieron por amor. Por alguien. Murieron por salvar a esa persona, o tal vez de tristeza. Hay dos tumbas pues uno murió, y el otro vivió para recordarlo.
Le encantó la idea. Triste y bonita a la vez. Empezó a pasear por el cementerio, leyendo todas las lápidas. Por eso había tan pocas, pues no muchos aman tanto como para morir por el otro. Ahí descansan, los que amaron de verdad.
- ¿Me harías inmortal? - Preguntó ella, mientras se acercaba poco a poco a su cara.

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