Perdiendo los nervios

La creyente

1 de Enero
No tengo recuerdos de este día, todo acabó al principio. Me desperté a las 9 de la mañana y caí al suelo, redonda. Mi hermano subió corriendo y jadeando. Escuché los gritos, los llantos y cómo hablaba con Urgencias. "¡Mi hermana se acaba de desmayar, le sale como una espuma de la boca y está muy fría! ¡Necesitamos una ambulancia!". A los minutos escuché la ambulancia, el traqueteo hasta entrar en ella no fue muy agradable. Después me dormí, de nuevo, con el pitido sonando a todo mi alrededor.

8 de Enero
Sigo durmiendo, pero siento el mundo a mi alrededor. Hoy han venido mis padres, no han dejado de llorar. Mi madre no paraba de preguntar si moriría, mi padre lo negaba cabreado. A la cuarta vez, se fue de la habitación dejando un portazo a sus espaldas. Mi madre me cogió de la mano y me susurró:
- Si me escuchas, reza conmigo, yo rezo por ti cada día. Al despertar, a media mañana, por la tarde, antes de irme a dormir... El Señor te devolverá con nosotros, al igual que en su día te trajo a este mundo. Vamos cariño, reza conmigo.
Y recé con ella, porque sabía que eso le relajaba. Y bueno, a mí también.

3 de Febrero
Hoy he podido abrir los ojos, pesados. Muy pesados. Todo pesaba, como si cien plomos descansaran sobre mí. El dolor de cabeza empezó a entrar en mi cuerpo, empecé mover el brazo para llamar a alguna enfermera pero era imposible, las fuerzas no estaban conmigo. Me quedé ahí, tumbada, esperando a que alguien viniese y al ver mis ojos abiertos lo arreglara todo.
La luz del techo me molestaba, ¿para qué dejan una luz encendida si en la habitación sólo hay una chica en coma? No tiene sentido, y el pitido de la maquinita que tengo enchufada me está sacando de mis casillas. Joder, qué asco. Mamá, ven ya. Nunca he aguantado tampoco el color de estas paredes, tan blancas y muertas. Paredes muertas para gente que se muere, o que puede morir. Yo podría haber muerto y aquí estoy ahora, odiando el hospital. Gracias Señor, por dejarme disfrutar de tu reino al menos un día más.
De repente la puerta se abrió y entró mi padre, al verme despierta se abalanzó sobre mí y me comió a besos. Pude sentir la humedad en sus mejillas, las lágrimas que le cayeron. Después salió corriendo y entró mi madre y mi hermano, más besos. Mi madre dio las gracias al señor y mi hermano se puso a rezar cogiéndome bien fuerte la mano. Después vino mi padre con la enfermera.
- Vaya, te has despertado. ¿Cómo te sientes? No, no puedes hablar, ya entiendo. Mañana se te habrá pasado este cansancio, ha sido un mes. Pasará el doctor después y te examinará pero tranquila, puedes dormir.
Y dormí, gracias mi Señor.

4 de Febrero
Me desperté bien temprano, me sentía muy viva. Mi madre estaba durmiendo en el sofá.
- Mamá, mamá. - Le dije.
Se despertó y me sonrió, llorando. Vino y me besó en la frente. "¿Te encuentras bien?", me preguntó. Le dije que estupendamente, que llamara al doctor. Tardó poco en venir, me hizo seguir una luz con una pequeña linterna y me preguntó si sentía dolor al golpearme suavemente en las rodillas y los brazos. ..

El doctor
Me vino una mujer corriendo, llevaba un vestido azul muy largo. Exageradamente largo y joder, feo. Me dijo que su hija, que llevaba un mes en coma, acababa de hablar. Le pregunté en qué habitación estaba, la 312. Fui a por la ficha y luego entré en la habitación.
- Hola bonita, me han dicho que la boca ya empieza a funcionarte... - Me acerqué a la paciente y le hice un par de preguntas, las de siempre. Su nombre, dónde está, quién era la mujer que la acompañaba, qué día nació. Todo correcto. Después comprobé sus constantes y su sensibilidad. Estaba perfecta. - Vaya, veo que te has recuperado de maravilla. La verdad es que esta máquina es un milagro, le hemos instalado unos sistemas nuevos y la medicina que te hemos puesto ha hecho un trabajo genial. ¿Has tenido algún problema desde que te despertaste?
- No, doctor. El Señor ha estado a mi lado todo este tiempo. Le vi mientras dormía, y le siento ahora despierta. He rezado como me dijiste, mamá. Día y noche, te escuchaba a ti rezar. Y a papá y a Mike. - ¿Pero qué cojones? - Gracias al Señor que todo ha salido bien, siempre supe que él no me abandonaría. Doctor, ¿no cree que es un milagro que pueda estar ahora tan bien?
Esto parecía un chiste, nunca llegué a soportar a estos extremistas religiosos. Se pasan el día rezando y creen que todo lo que ocurre es por voluntad de Dios. No he pasado todos estos años estudiando y estudiando para que ahora le den las gracias a un cabrón barbudo. ¿Qué mierdas ha hecho él? - Bueno señora, señoras, la verdad es que llevamos unos días con much...
- ¡Ha sido un milagro! Claramente nuestro Señor ha querido que el mundo disfruté de mi niña durante más tiempo. Un milagro doctor, un milagro. - Esta zorra me ha interrumpido, iba a explicarles (si son capaces de entenderlo) todo lo que hemos tenido que trabajar para que esta lunática pueda estar hoy dando las gracias a su amiguito. Yo mismo tuve que pasar 6 días a la semana durante dos años en los putos laboratorios, para que esta loca pueda llorar hoy. - La Iglesia y el Señor nunca nos abandonan, cariño, hoy mismo iremos a ver al Padre John.
- ¡No, no, no! - No me jodáis, no me jodáis. - Debe quedarse aquí un par de días, debemos hacerle unas pruebas y estar seguros que todo marcha bien.
- No Doctor, si el señor ha permitido que vuelva no permitirá que vuelva a irse. Y si esa es su voluntad, la aceptamos. Ahora debemos dar las gracias a su representante aquí, en la tierra. El Padre John es un gran hombre, él nos dirá qué debe hacer.
Me cago en la madre que las parió, que se vayan a ver a ese folla niñas y a ver si se le cae un banco de la Iglesia en la cara. Esta gente me vuelve ateo, ni un "Gracias Doctor", ni un "Ha hecho un gran trabajo Doctor". Bueno, ahora verán de qué soy capaz.
Cojo el bisturí de mi bata y se lo clavo en el ojo a la zorra de su madre, la moribunda grita asustada al ver como el ojo de su madre se queda en mi mano. Se lo tiro a la cara y me río. - Un gracias Doctor, habría bastado. - Cojo el tubo que tiene clavado en su brazo y se lo paso alrededor del cuello y aprieto. Aprieto hasta que me duelen las manos, y los brazos. Aprieto hasta que me araña para que la suelte y su cara se pone roja. Aprieto hasta que su cabeza cae rendida y se queda sin fuerzas. Y después me siento en la cama de al lado, al contemplar mi obra. Una hija asfixiada en la cama, con su madre sobre el suelo con su ojo tirado al lado, y rodeada de sangre. 
Supongo que me caerán unos años, pero llevo demasiado tiempo reprimiéndome. 

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