Defender lo indefendible

- ¿No veis pues que es imposible? ¿No os dais cuenta que vuestro oído os miente, vuestra vista os engaña y vuestra mente os manipula? Seguís discutiendo y confirmando haber visto lo que decís haber visto, cuando claramente no podéis haber vislumbrado lo que tanta efusivamente defendéis. A la realidad debéis ateneros y más allá de ella comprender que nada hay.
- A vuestro lado yo estaba y puedo jurar y prometer que vi lo que vi, y sentí lo que sentí. Un escalofrío intenso, como un hielo ardiendo que me recorrió del tobillo a la nuca. Fue como un resoplido en el oído que me hizo estremecer por pasión, temor e ilusión. Fue como un golpe de una ola en mi cara sorprendida, como un empujón por atrás de alguien conocido o aún sin conocer, como si bajase Dios en persona a gritarme a los cuatro vientos la verdad universal. Era un hombre, ¿o una mujer tal vez? Era una persona que se me apareció como os veo ahora. Tal vez no era una persona, ¿qué era pues mi buen amigo? Ese ser se presentó ante mi y me miró como os miro yo ahora. Me sonrió, o tal vez dejó caer unas lagrimas. Ese ser estaba ahí y yo le vi. Y si no le vi, ahí no estuvo. Pero le vi, así que estar estuvo porque sino no le habría visto.
- Tu mente os sigue engañando, perjuráis sin parar. ¿A quién pretendéis engañar? Lo único que hacéis es charlar y soltar mentiras, engañifas, ilusiones, sueños tal vez. Un hombre, mujer tal vez, ser podría decirse, que se os apareció y os miró como os miro yo ahora. Vuestra mente os juega una mala pasada, o más bien os jugó. U os sigue jugando, tal vez jugáis con vos mismo. ¿Por qué os engañáis de esta forma? ¿Qué ganáis poniendo en vuestro frágil y curioso cuerpo la duda sobre ese ser?
- La duda existe, pues identificarlo no puedo. Hombre, mujer, tal vez persona no era pero sé que estaba ahí. Le vi con estos ojos, estos verdes y brillantes. Incluso tal vez le olí, con esta nariz mía respingona. Creo que me dijo algo, tal vez me dijo "Ven" o puede que fuera "No vengas". ¿Qué oísteis vos?
- No vi ni oí nada. Y tenía los ojos y las narices abiertas.
- Entonces o miráis sin ver, o yo veo lo que no miro. Debería limpiarme los ojos, o poneros vosotros lentes.
- Deberíais ir al médico.
- ¿Al locólogo? ¿Por quién me tratáis? Esto no es locura sino duda, duda de qué es lo que vi que sé que vi sin duda alguna. Imponéis en mi cuerpo frágil y curioso la duda de si vi y sentí lo que sé que miré y percibí. ¿Por qué me tratáis así?

La discusión duro horas, días, ¿o fueron meses? Pero al final el tonto condenado se dio cuenta que no valía la pena seguir hablando solo y que hay aspectos sobre los que nunca se disipará la duda.

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