Más sabe el diablo por viejo que por diablo VIII: La voz de la locura

Decir que me había acostumbrado a esta rutina sería mentir. Ni siquiera era rutina. El sol salía y yo seguía apagado. Días y noches bailando entre botellas de alcohol y buscando a una mujer que sólo me trajo la ruina. ¿Pero cómo podría olvidarla? Sabía que estaba obsesionado, lo sabía perfectamente. Podía ver incluso desde la distancia mi depresión, mi perdición en forma de sueño mal intencionado, y un abismo de locura al que me iba acercando poco a poco. Una locura que se presentó un buen en día en forma de mujer, para convertirse en un amor sin sentido, y acabar siendo sólo negrura.

Seguramente fue un golpe de calor. O el exceso de alcohol en mi cuerpo, o la forma en que mi cabeza debía pagar esta nueva forma de vida muerte. Pero fue al cabo de un mes de ese fatídico día cuando un nuevo problema asaltó mi vida. No es que me importase. El alcohol, la mala salud, la ausencia de todo lo que un día tuve... no eran problemas para mí. Sólo nuevas situaciones en esta búsqueda interminable. Sólo había un problema en mi existencia, que ella no formaba parte de ésta. Así que cuando al cabo de esos 30 días escuché una voz en mi cabeza decirme "Y yo que pensaba que me había dejado en paz..." ni siquiera me preocupé. Básicamente, la ignoré. Pero la voz no decidió ignorarme. Es decir, no sé si la voz sabía que no era más que una voz en mi cabeza. Pero se marcó un bonito soliloquio. 

"Maldito sea él, su silbido, su canción, su corbata y su estúpida sonrisa. ¡Soy lo que todos temen y aman! ¡Soy lo eterno! Esos aires de grandilocuencia y su última mentira no sirven de nada cuanto me deja así. De nuevo... sin existir, supongo. Es decir, puedo escucharme... para. Piensa. ¿Dónde estoy? Parece que en ningún sitio. No veo nada. No puedo tocar nada. Es como si... no tuviera cuerpo. Pero puedo pensar, puedo sentir... rabia. Es decir, existo... ¿pero no existo? Tal vez me ha convertido en fantasma. Eso tendría sentido. O tal vez me ha convertido sólo en esto, algo que está pero no está. ¡Su última broma! ¡Una tortura más y te juro que se acaba! Seguro que me dirá eso, con su sonrisa y girando su corbata. Y después de la triste promesa sin valor, se pondrá a silbar esa canción. ¿Cómo era?"

De repente, la voz en mi cabeza se puso a silbar una canción. Una canción que yo conocía, que llevaba días sonando en mi cabeza cuando dormía. Cuando soñaba. Incluso a veces estando despierto. Y esa canción lleva sonando en mi cabeza exactamente desde ese día. Y ahora, esa voz la hace sonar.

—¿Quién eres? —le pregunto, en voz alta. Varios transeúntes me miran, perplejos o asustados. Algunos ríen. Me da igual.
—¿Qué? ¿Cómo? —La voz sonaba confundida, claramente no sabía que era una voz. Sólo una voz.
—Digo que quién eres. ¿Cómo conoces esa canción? ¿Y qué haces en mi cabeza?
—Eso debería preguntar yo, ¿cómo puedo escucharte si estoy... en ningún sitio?
—Estás en mi cabeza.
—¿Disculpa?
—En mi cabeza.
—¿Soy la voz de un loco? ¿Como una segunda personalidad?
—No, no personalidad. Sólo una voz. Llevo unos diez minutos escuchándote hablar, te has marcado un bonito soliloquio. Te estabas... cagando en alguien.
—Sí, algo así. Pero...
—¿En quién? —no le dejé acabar, tenía la sensación que ya sabía de quién hablaba la voz.
—Eh, pues... alguien que conocí hace tiempo. Que me lo hizo pasar muy mal.
—¿Una mujer?
—No. un homb... es complicado.
—¿Transexual?
—No, infernal. Era el Diablo.

La gente llevaba ya un buen rato apartándose y alejándose de mí. No querían estar cerca del hombre de mal aspecto que hablaba solo. Así que cuando solté una sonora carcajada, la distancia entre yo y el mundo se hizo aún mayor. Podía sentir al universo envolviéndome en su locura. "¿El diablo? Debe ser una broma". Pero no, juró y perjuró que el diablo le jugó una mala pasada. Bueno, varias. Le ofreció una vida de ensueño, y se la quitó. También le dio dolor de estómago, pero la voz no entró en detalles. Y luego... le borró de la existencia durante más de 200 años. Eso me pareció interesante. Hasta divertido. A él no le hizo gracia. Ni en ese momento, ni ahora.

—Vale, vale —dije, aún en voz alta—, supongamos que es verdad. Que conociste al Diablo y decidió jugártela. ¿Por qué te ha puesto, si ha sido él, en mi cabeza?
—Se aburriría. Todo lo hizo por diversión, por probar. Para testar mi límite. Ahora estará probándote a ti. Y el siguiente paso era darte... locura.
—Ya, eso último ya lo he pensado yo. Que hay unos hilos llevándome allí. Ahora que lo comentas... si el Diablo está jugando ahora conmigo. Es posible...
—¿Lo viste? —preguntó la voz con un tono más alto.
—No, creo que más bien... La vi. Conocí a una mujer, y desde entonces todo está patas arriba. Ya no tengo casa, ni salud, ni vida, ni nada. Pero no puedo dejar de pensar en ella.

"Es él."

La voz estaba segura, muy confiada en que la misteriosa mujer era el Diablo. Discutimos durante más tiempo. Me senté en un banco y seguimos hablando. Por supuesto nadie se acercó al banco del hombre que hablaba solo. Y así siguió durante otros tres días, buscando a la mujer - al Diablo - mientras charlaba con mi nuevo amigo. Hasta que apareció.

—Hola querido —me la encontré de repente al girar una esquina, esperándome con una sonrisa en la la cara—, ¿me echabas de menos?

Esta vez no llevaba vestido. Llevaba un traje negro y una corbata roja que hacía girar en su mano. Estaba apoyada en una pared con su pierna izquierda sobre la derecha. Y por supuesto, silbaba esa canción.
Nosotros conocíamos esa canción. 

No hay comentarios: