El barranco

Una vez más me encuentro frente al abismo, podría decir solo pero estaría mintiendo. No hemos venido a dar pena, no hemos venido a llorar por el cariño de otros. No seré yo aquel que diga 'No estoy solo pero así me siento'. Ni estoy solo ni me siento solo. Siempre hay gente, siempre. Algunos te escuchan más, otros me menos. Pero siempre hay alguien. Pero faltas tú.

Me he encontrado ya demasiadas veces frente esta nada, esperando que el salto que esté a punto de hacer sea el último. Imaginando mil veces en mi cabeza cómo será. ¿Flexionaré mucho las piernas? ¿Cerraré los ojos? ¿Gritaré? Lo único que hago es saltar, una y otra vez. Para volver a estamparme contra el suelo. Y volver a escupirle para levantarme una vez más, más alto y más fuerte. Saltamos al vacío porque nos gusta jugar, quien no arriesga no gana. Sabemos que en algún momento el suelo nos dará en la cabeza, pero siempre deseamos aprender a volar. Siempre deseamos conseguir nuestras alas. Me acerqué tanto al sol que se quemaron. Pero aprendí a andar, a correr, a nadar y a escalar. Si no puedo volar, alcanzaré mi cima de otra forma. Pero tú no estás.

Os he relatado mil veces estos saltos. El momento en que dejé que mis piernas despegaran para sentir como el aire golpeaba mi cara, un aire agradable. Esa caída incesante que me hacía sentir tan vivo y fuerte. Esos golpes de viento durante la caída que me hacían dudar sobre mis alas. Ese golpe final y esos momentos hasta que conseguía levantarme. Os he explicado mil y una veces estas temeridades, estas locuras, estas idas de olla, estos saltos al vacío. Os he descrito cien veces los abismos, los barrancos, la nada. Y heme aquí una vez más, dudando sobre si saltar de una vez o seguir observando el barranco sin fin. Pero tú no me tiras.

Y no lloraré, ni gritaré ni pediré clemencia al cielo. No me arrastraré por nadie si ese no soy yo. Aprendí a quererme cuando lo que quería me dio la espalda. Sólo yo estaré a mi lado durante todo el camino. No diré que dichas alas no son necesarias, ni que son imprescindibles. Son alas, sin más. Aprendí a amarme, respetarme e incluso idolatrarme por encima de todo lo demás. Cree una pared que me protegía de todas las patadas que pudieren darme. ¿Pero qué hacer cuando eres tú el que te golpea?

Sólo puedes esperar que tus alas te protejan. Pero faltas tú.

2 comentarios:

Sonia Salvaje dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sonia Salvaje dijo...

Me ha gustado esto. Tanto que he copiado una frase en Twitter, espero que no te importe.
Ahora mejor que nunca entiendo el último párrafo y lo comparto por completo.
Nunca te arrastres por nadie. Ni siquiera por ti.
Quererse a uno mismo es esencial, y si eso supone querer menos a los demás, que les den. La vida te enseña eso, a ser un poco egoísta a favor de tu propio beneficio. Pero, al fin y al cabo ¿qué somos sin nosotros mismos?