Es imposible, totalmente imposible, que algo que no existe
muera. Creedme, lo he intentado. Lo he intentado varias veces. Me dejé caer
desde la última planta de un edificio, pero ningún hueso de mi cuerpo quebró
hasta hacerse pedazos contra el suelo. Simplemente, porque mis huesos no
existían. Estuve observándola a ella durante mucho tiempo. Creo que fueron
años, pero cuando no existes y simplemente estás ahí, acabas por perder la
noción del tiempo. Seguramente sería porque el tiempo no me importaba.
La vi despertarse, cada día. No pude ver cómo me lloraba, no
la vi llamando a la policía e insultándola por no dedicarse lo suficiente a la
investigación. No vi cómo me olvidaba y rehacía su vida con otro hombre. Un
hombre más exitoso, inteligente, elegante, divertido... y sobretodo, mejor
escritor. No vi nada de eso, porque no tenía a nadie a quién olvidar. Sólo
había dos seres en el universo que conocían mi existencia: Yo, y el Diablo. A
él no le vi más desde que me hizo esta pequeña broma. Me regaló la invisibilidad,
y se esfumó. Para siempre. Ni el traje, ni el silbido, ni esa sonrisa pícara.
Nada, nada de nada. Igual que yo, no existía. O eso creí, eso quise creer,
no podía aguantar el que estuviese observándome y divirtiéndose con mi no
existencia. Le imaginaba, a veces, espiándome y riendo al ver cómo yo decaía y
me deprimía. En la tierra nadie me recordaba, y para él eso debería ser muy
divertido. A mí me destrozó.
Creo que pasaron unos diez años hasta que lo superé y empecé
a intentar divertirme. Yo no noté los diez años, no envejecí ni un día. Al fin
y al cabo, algo que no existe no puede envejecer. No la observé más, me olvidé
de mi esposa y empecé a viajar. Crucé África en una hora, pues no existo y
puedo ir tan rápido como quiera. Viví una estampida desde el mismo centro de
ésta, los animales me atravesaron cientos de veces y ni ello ni yo lo sentimos.
No fue divertido, pero si interesante. También escribí, aunque no paraba de
perder lo que escribía. Es tremendamente difícil tener propiedades cuando no existes.
Fueron tal vez otros diez años, o veinte, o cien. No lo sé, pero pasé mucho
tiempo viviendo. Viajando, por toda la tierra. Una vez estuve nadando con
tiburones, creo que estuve con ellos una semana. Al principio me dio miedo,
pero después me di cuenta que ellos no sabían que yo estaba - o no estaba - allí. Me
sentaba a ver partos, comía palomitas mientras la gente moría. Una vez salté
con un paracaidista que se le había roto el paracaídas. Llegamos los dos a la
vez al suelo, pero algo que no existe no puede morir. Él sí existía.
Un día decidí pasar a verla, pero no la encontré. No recordaba durante qué años vivió, siempre iba a visitarla antes de que naciese o una vez ya había muerto. O iba a su casa cuando hacía años que se había mudado. Al final desistí, el destino - el Diablo más bien - había decidido que no podíamos estar juntos. Así que me limité a no existir.
Un día decidí pasar a verla, pero no la encontré. No recordaba durante qué años vivió, siempre iba a visitarla antes de que naciese o una vez ya había muerto. O iba a su casa cuando hacía años que se había mudado. Al final desistí, el destino - el Diablo más bien - había decidido que no podíamos estar juntos. Así que me limité a no existir.
Hasta que un día, el destino decidió que podía volver a
existir. Aparecí de repente en medio de una plaza, el 1 de Enero de 2014, y
había tanta gente que nadie se dio cuenta que una persona se había
materializado allí. Pude ver mi manos, mis pies, mis dedos manchados de tinta y
sentí cómo el aliento me olía a café. Estuve tan feliz de volver a existir, que
cogí a la primera chica que vi y la besé. A mí me encantó, a ella le
sorprendió, a su novio no le gustó nada. Me rompió la nariz, fui al hospital
y me encantó volver a sentir dolor. Estuve ahí unas horas, pensé que tal vez
ella trabajaba en ese hospital. Si trabajaba ahí, ese día tenía fiesta. Me
dieron el alta, recogí mis cosas y me fui a casa. ¿Qué casa? 2014... ¿Había
nacido yo ya en ese año? Tal vez sí, y debería tener cien años. O doscientos.
No recordaba cuándo había vivido, y no tenía casa.
Me acerqué a un banco, saqué una libreta de mi bolsillo - si
existía, era imposible que no llevara una libreta encima - y empecé a escribir.
Relaté mi historia, desde el día en que el Diablo me sorprendió y firmamos el
contrato hasta el día que decidió que ya podía volver a existir. Me tomó dos
días enteros, y escribía a todas horas. Cuando acabé, me levanté del banco y
corrí a comprarme alguna botella. Para celebrarlo junto a mi soledad.
Desperté en un lugar extraño, lo siento, soy incapaz de
describirlo. Él estaba ahí, fumando y sonriendo.
- Te he hecho firmar dos contratos, te he dado fama,
infelicidad, salud, enfermedad, incluso hice que no existieras y pudieras ver
mundo durante 239 años. Y justo cuando decido dejarte en paz, cruzas una calle
sin mirar.
- ¿No fuiste tú?
- No.
- ¿Por qué debería creerte?
- ¿Y por qué no? Ya estás muerto, ella no, y no tienes nada que perder.
- ¿Te divierte esto?
- No, ya no.
- ¿Y por qué sonríes?
- Es la costumbre.
No pude evitar reírme, al verle tan desinteresado y tranquilo. Llevaba años - en realidad siglos - jugando conmigo, y parecía que no le importaba verme en esta situación.
- Si estoy contigo... ¿significa que he ido al infierno?
- Oh, no no, el de arriba me ha dejado hablar contigo un ratillo. Ya sabes, por lo viejos tiempos.
- ¿Por qué debería creerte?
- ¿Y por qué no? Ya estás muerto, ella no, y no tienes nada que perder.
- ¿Te divierte esto?
- No, ya no.
- ¿Y por qué sonríes?
- Es la costumbre.
No pude evitar reírme, al verle tan desinteresado y tranquilo. Llevaba años - en realidad siglos - jugando conmigo, y parecía que no le importaba verme en esta situación.
- Si estoy contigo... ¿significa que he ido al infierno?
- Oh, no no, el de arriba me ha dejado hablar contigo un ratillo. Ya sabes, por lo viejos tiempos.
Le miré, extrañado. - ¿El de arriba? ¿Dios? - "Sí, dijo él. Si existo yo, ¿por qué no él? - No lo sé,
nunca me paré a pensarlo.
Me pidió que le acompañara, los primeros minutos fueron
silencio, bueno, sólo por mí parte. Él andaba de forma alegre, haciendo girar
su bastón y silbando esa canción.
- ¿Por qué silbas siempre la misma canción? - Le pregunté.
- ¿No la conoces? - Me respondió.
- Sí... - Por supuesto, la había oído ya demasiadas veces. -
Pero sigo sin saber cuál es.
- ¿Por qué decidiste ser escritor? - Me preguntó, después de
pararse y mirarme fijamente. Exacto, a los ojos y más adentro.
- No lo sé, ya no lo recuerdo.
- Pues deberías probar con la música.
Se alejó andando, alegre, silbando. "¡Pero si ya
estoy muerto!" Le grité. Él se paró, se dio la vuelta, y después de reír
unos segundos me dijo:
- Pues la próxima vez mira antes de cruzar.
Fue la última vez que le vi. ¿Qué hay después de la muerte?
Para mí, lo mismo que hubo durante mi vida: Unos dedos manchados de tinta, un
folio en blanco, mucho café y aún más tabaco. Pero, por supuesto, ella no.
Ah, y esa canción.
1 comentario:
''Comía palomitas mientras la gente moría.'' Espero hacer esto algún día... xD
Publicar un comentario