Historias ininteligibles

Esta no es una historia de mentiras, aunque hay varias en ella. Mentiras que son verdades, o que tal vez no lo son; mentiras que ya no importan; mentiras de las bonitas, por las que vale la pena mentir. Mentiras que ocurrieron hace tiempo y que aunque aún no sepa cuál de las mil versiones es la real, sé que ya no vale nada la pena. Mentiras de las que no sé si creerme o no creerme la mentira hasta que me doy cuenta que no es una mentira, sólo un punto de vista. Y entonces me doy cuenta que aunque esas mentiras me hicieron muchísimo daño y ya no soy lo que era, ni siquiera sé si son mentiras y además siempre es bueno recordar todo lo que aprendí. Así que apartando todo el dolor y lágrimas, levantemos la cabeza bien alta y gritemos un gracias al cielo. Y hasta que mil pájaros no huyan espantados por mis gritos, no dejaré de gritar gracias. Y sonriendo, volveré a levantar ese dedo que una vez dejé caer.
Porque ya no importa a quién quiere o si quiso algún día, ya no importa a quién quiero o a quién quise, no importa a quién quiere él, o a quién quieres tú. Lo único que importa es que apareciste en el momento indicado, y nunca importó el porqué fue en ese momento, sólo importa el que lo hiciste. Así que cerrando mis ojos y sonriendo con mi gran desventaja, sólo te digo que la paciencia es infinita. Y lucharé por esto que no tiene nombre, y no sé por qué lucho exactamente, ¿pero importa eso? Simplemente en el momento en el que menos te lo esperes empezaré a luchar por ti de verdad. Y entonces, llegado ese momento, seré imparable.

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