Y se quedó mirándola

El sol quemaba fuertemente esa mañana, y él no soportaba eso. Normalmente no le disgustaba el calor, pues esa brisa de verano traía las faldas. Pero donde él vivía el calor era pegajoso, irritante, te hacía sudar y al salir de la ducha ya eras una toalla empapada. Asqueroso, siempre lo pensaba. Y claro, ese día no fue distinto; ojalá lo hubiese sido porque era un día especial, pero no lo fue. Y allí estaba él, plantado con la frente chorreante, unos picores atormentantes y los ojos entreabiertos. Cabe añadir que hacía días que tenía dificultad para dormir.
Empezó a sacar el móvil para mirar la hora, cada minuto, cada medio minuto. Una costumbre estúpida, pero hacía años que la seguía. Consultarlo una y otra vez cuando sabes que es imposible que haya habido ningún cambio. Al final ella apareció.
Ya hacía meses que no hablaban, y cuando lo hacían eran conversaciones sólo por cortesía, por no perder el contacto. Y eso a él le mataba. Cada día miraba su reloj esperando cruzársela por la calle a esas horas donde sabía donde esperarla. Pero nunca la veía, y si conseguía verla ella sólo le saludaba y seguía su paso hablando con sus amigos. Y claro, eso a él le mataba.
Además era un poco cobarde, nunca se atrevía a acercarse. ¿Qué decirle? ¿Cómo decirlo? Pensaba que sería mala decisión mostrar sus sentimientos, pero estaba harto de ocultarlos o de mostrarlos sólo en su cabeza, más que harto. Así que ese día se decidió a hablarle.

Corrió hacia ella y le mostró una sonrisa, la saludó y le dijo cómo le iba todo. Dicen que en cualquier momento pueden enamorarse de tu sonrisa. Dicen que si te interesas por alguien eres bastante cortés. Dicen que para no perder a alguien al menos hay que mantener un pequeño contacto. No le sirvió. Ella no vio su sonrisa, le contó un par de anécdotas y siguió con su paso decidido. Él no sabía cuantos días debería volver a intentar hablarle hasta conseguir algo, y no sabía si algún día podría hablarle sin miedo de parecer un idiota. Pero volvería a intentarlo, le dolía demasiado ese paso decidido y desinteresado. Aunque estaba totalmente cagado, no podía satisfacerse con sólo consultar la hora y verla cruzarse. No podía con ello.

No hay comentarios: