Un juego de una sola partida.
Una partida que sólo puedes perder.
El amor es un juego.
Un juego que se repite una y otra vez.
Un juego en que apuestas por tu felicidad, por si ganas o pierdes.
Mientras ganas, no quieres empezar otra partida, prefieres continuar en la que estás.
Al perder, te da miedo volver a apostar.
Lo que mueve el juego de la vida es el juego del amor, somos fichas y somos jugadores, apostamos por nosotros mismos a ver cuanto tiempo aprovechamos para sonreír y cuanto para llorar. Apostamos, perdemos, e intentamos convencernos de que debemos olvidar la partida perdida y volver a apostar; apostar por nuestra felicidad. Y al final, todos perdemos.
Todo es un juego...
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