¿Y ahora qué?

Es una buena pregunta cuando todo cambia. Cuando un día te despiertas teniéndolo todo, y al día siguiente ya no tienes nada. O eso crees tú... no te mientas. Nadie ni nada es todo, pero si que es demasiado. Y yo no sé que hacer.

¿Luchar? ¿Abandonar? Dije que nunca me rendiría pero veo toda causa ya perdida... veo que contra más avance más lágrimas derramaré y ya me he dado cuenta que no siempre soy capaz de dibujar sonrisas. Me siento inútil... me siento como no quise sentirme nunca, como eso a lo que siempre tuve miedo. Me siento como alguien incapaz de hacerla feliz. ¿Y ahora qué?

Toda tu vida buscando a esa persona, esperando a que aparezca, pensando cómo actuarás y qué dirás. La conoces. Te cautiva, encanta, enamora, de todo. Y se acaba. Todo acaba al igual que empieza. No la has perdido del todo pero duele, duele mucho.

Pero algo, algo pequeño, una voz con muy pocas fuerzas, una voz que no sé si escuchar, una voz que todos me dicen que ignore y sé que lo harán, una voz que siempre he escuchado y quise hacer caso y ahora no reconozco. Esa voz no para de repetírmelo, y yo no sé si destaparme los oidos:

No te rindas, aún no.

1 comentario:

Naïve dijo...

Lucha. Contra todo, lucha. Rendirse siempre es el camino más fácil.
Tu entrada me recuerda a una yo de hace algunos meses, que, de un día para otro, se vio sola y optó por no hacer caso a esa vocecita que le decía que luchara, que no se rindiera y que lo trajera de nuevo a su lado, del lugar del que nunca debió moverse.
Aún a día de hoy me pregunto constantemente cuánto hubieran cambiado las cosas si ese día no hubiera tirado la toalla. Tal vez él seguiría por aquí cerca, y a mí, sólo con eso, me basta.
Así que creo que el mejor consejo que puedo darte es ese: no te rindas nunca. A veces merece la pena, y vale que otras no, pero, ¿qué pierdes con intentarlo? No busques la vía fácil, lucha siempre contra todo.
Mucho ánimo y sigue transmitiendo tanto con tus palabras, de verdad. Es genial.
Un abrazo